odo tiempo pasado fue mejor, dicen muchos tapatíos. Sobre todo, quienes añoran la romántica Guadalajara de fines del siglo pasado y principios del actual.
Y no se crea, pero la Guadalajara de tiempos de don Porfirio ofrecía algo que, por como pintan las cosas en la agonía del siglo, dentro de poco sólo existirá en el dicionario: tranquilidad.
El sosiego de entonces contrasta con el vértigo de la congestionada capital jalisciense de hoy.
Cuenta la Gaceta Mercantil las cuitas de los tapatíos de hace un siglo, cuando reclamaban al Ayuntamiento la siembra de árboles y la colocación de bancas en los jardines alejados del centro, como San Francisco y Escobedo.
Tres jardines animaban el corazón de Guadalajara entonces, el de la Plaza Principal, el Prisciliano Sánchez y el Porfirio Díaz, en donde el comercio del centro estaba de acuerdo en que hubiera plantas de ornato, no de sombra.
Tres jardines animaban el corazón de Guadalajara entonces, el de la Plaza Principal, el Prisciliano Sánchez y el Porfirio Díaz, en donde el comercio del centro estaba de acuerdo en que hubiera plantas de ornato, no de sombra.
Pero, "los enfermos que han menester ejercicio y aire puro y las personas que buscan recreo y descanso en jardines más amplios que los del centro, necesitan árboles que sombreen el suelo y las bancas en donde pueda disfrutarse el reparador descando", decía la Gaceta.
En una ciudad con 83 mil habitantes, el hoy Parque de la Revolución y el Jardín de San Francisco estaban alejados de la Catedral, corazón que marcaba el ritmo de la vida tapatía.
Por las calles de Guadalajara circulaban las pesadas carretas tiradas por yuntas de bueyes, distribuyendo entre el medio centenar de comercios importantes que había entonces, las mercancías que llegaban a la estación del tren.
El Ayuntamiento, empeñado en cuidar la belleza e impulsar la modernización de la ciudad, dictó medidas para que no invadieran el centro las carretas con más de una yunta, porque maltrattaban el piso y ponían en peligro la seguridad de los viandantes.
Los comerciantes reaccionaron, diciendo al Ayuntamiento que las medidas eran equivocadas, porque las carretas repartidoras de carga tardarían más tiempo en hacer su trabajo, congestionarían el tránsito citadino y se encarecería el servicio, al utilizar vehículos de menor capacidad.
Por las calles de Guadalajara circulaban las pesadas carretas tiradas por yuntas de bueyes, distribuyendo entre el medio centenar de comercios importantes que había entonces, las mercancías que llegaban a la estación del tren.
El Ayuntamiento, empeñado en cuidar la belleza e impulsar la modernización de la ciudad, dictó medidas para que no invadieran el centro las carretas con más de una yunta, porque maltrattaban el piso y ponían en peligro la seguridad de los viandantes.
Los comerciantes reaccionaron, diciendo al Ayuntamiento que las medidas eran equivocadas, porque las carretas repartidoras de carga tardarían más tiempo en hacer su trabajo, congestionarían el tránsito citadino y se encarecería el servicio, al utilizar vehículos de menor capacidad.
*Fragmento de "Guadalajara Vista por el Comercio", Tomo I "100 años en la vida de Guadalajara".
Colección "100 AÑOS EN LA VIDA DE GUADALAJARA"
Título: 100 años en la vida de Guadalajara. Tomo I
Autor: Marcos Arana Cervantes
Colección: Cámara de Comercio de Guadalajara
Edición: 1990
Encuadernación: Empastado
Páginas: 151
Dimensiones: 33 x 24 cm .
Tema: Estudios Regionales
Idioma de publicación: Español
Título: 100 años en la vida de Guadalajara. Tomo II
Autor: Patricia Zea Aguilar
Colección: Cámara de Comercio de Guadalajara
Edición: 1990
Encuadernación: Empastado
Páginas: 111
Dimensiones: 33 x 24 cm .
Tema: Estudios Regionales
Idioma de publicación: Español
Título: 100 años en la vida de Guadalajara. Tomo III
Autor: Daniel Vázquez
Colección: Cámara de Comercio de Guadalajara
Edición: 1990
Encuadernación: Empastado
Páginas: 130
Dimensiones: 33 x 24 cm .
Tema: Estudios Regionales
Idioma de publicación: Español
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