EL LORO DE FLAUBERT
Un despliegue de gran audacia técnica y elegante virtuosismo, al servicio de una amenísima trama en la que se alterna la ficción con hechos reales muy imaginativamente ordenados. Un libro que ha tenido un extraordinario éxito, tanto de crítica como de ventas, y ha recibido numerosos galardones. Esta novela no trata sólo del loro que aparecía en Un coeur simple, sino también de ferrocarriles y de osos; de Francia y de Inglaterra; de la vida y del arte; del sexo y de la muerte; de George Sand y de Louise Colet; de los (odiados) estudiosos de la obra de Flaubert y de las virtudes del lector «aficionado». Y todo ello de la pluma de un enigmático narrador, el doctor Braithwaite, apasionado por Flaubert, cuya vida y secretos nos son progresivamente desvelados.
Julian Barnes (Leicester, 1946) se educó en Londres y Oxford. Está considerado como una de las mayores revelaciones de la narrativa inglesa de las últimas décadas. Es autor de nueve novelas: Metrolandía (Premio Somerset Maugham 1981), Antes de conocernos, El loro de Flaubert (Premio Geoffrey Faber Memorial y, en Francia, Premio Médicis), Mirando al sol, Una historia del mundo en diez capítulos y medio, Hablando del asunto (Premio Fémina a la mejor novela extranjera publicada en Francia), El puercoespín, Inglaterra, Inglaterra y Amor, etcétera, así como el libro de relatos Al otro lado del Canal.
«El libro me pareció, en otro aspecto, un libro de viaje: Julian Barnes, inglés aficionado a la literatura francesa, como tantos de sus coterráneos, emprende un viaje al corazón de Flaubert, a sus tierras, a sus paisajes, a sus diversos enigmas. Llega a Croisset, a la salida de Rouen, y se encuentra con que sólo existe un pabellón aislado de la antigua propiedad de la familia del novelista. Existe, naturalmente, un Bar Gustave Flaubert en las cercanías, donde suponemos que los parroquianos beben mucho vino Muscadet y mucho aguardiente de Calvados, lo cual los identifica más con Georges Simenon, el inventor del detective Maigret, que con los clásicos de Normandía y de Bretaña, y el Sena se encuentra en el mismo lugar de siempre y no ha cambiado demasiado de aspecto. Podemos imaginar la forma como miraba Flaubert las curvas del río, los fanales de los barcos de pesca, los remolcadores, al final de largas jornadas nocturnas en que había luchado con capítulos de Madame Bovary o de La educación sentimental. A veces me digo que las cartas que le mandaba a Louise Colet, su amante de París, actriz conocida y poeta mediocre, narrando lo que habían sido esas jornadas de trabajo furibundo, son mejores que las novelas en sí mismas. Pero no pretendo caer en la manía provinciana y mezquina de las comparaciones».
Fragmento: “Razones para leer”, por Jorge Edwards, Letrillas, LL.
Autor: Julian Barnes
Colección: Compactos Anagrama/86
ISBN: 84-339-2090-1
Edición: 5a edición, 2001
Encuadernación: Rústica
Páginas: 229
Dimensiones: 18 x 12 cm.
Tema: Literatura
Idioma de publicación: Español
Idioma de publicación: Español
Idioma de traducción: Inglés
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Fragmento "El loro de Flaubert":
«1. No volverán a escribirse novelas en las que un grupo de personas, aislado por las circunstancias, regrese a la "condición natural" del hombre, vuelvan a ser criaturas esenciales, pobres, desnudas, armadas de horcas. Lo máximo que se permite escribir es un relato muy breve, el último del género, el tapón de la botella. Yo mismo lo escribiré. Un grupo de viajeros naufraga, o sufre un accidente de aviación, en algún lugar, seguro que será una isla. Uno de ellos, un tipo fuerte, alto, antipático, tiene un arma de fuego. Obliga a todos los demás a vivir en unos pozos de arena cavados por ellos mismos. De vez en cuando saca a uno de sus prisioneros, le mata de un disparo, y se lo come. La carne sabe bien, y el hombre va engordando. Después de haber matado y haberse comido a su último prisionero, empieza a preocuparse porque no sabe que va a comer a partir de ese momento; pero por fortuna llega un hidroavión y le rescata. Luego cuenta al mundo que él fue el único superviviente del desastre inicial, y que ha sobrevivido comiendo bayas, hojas y raíces. El mundo se queda maravillado ante su magnífico estado de salud, y en los escaparates de las tiendas de comida para vegetarianos colocan carteles con una foto de él. Jamás se llega a averiguar lo que hizo en la isla. Ya ve lo fácil que es escribir, lo divertido que resulta. Por eso prohibiría este género.
2. No se escribirán más novelas sobre el incesto. No, ni siquiera las de muy mal gusto.
3. No habrá más novelas cuya acción se desarrolle en los mataderos. Admito que, de momento, éste es un género sin importancia; pero me he fijado en que recientemente está aumentando la utilización de los mataderos en los relatos breves. Hay que cortar de raíz esta tendencia.
4. Habrá que establecer una prohibición, durante veinte años, para toda novela que ocurra en Oxford o Cambridge, y una prohibición de diez años para toda la narrativa universitaria de los demás tipos. No se prohibirá la narrativa cuya acción se desarrolle en los institutos de formación profesional (pero no habrá subsidios que la fomenten). No se prohibirán las novelas cuya acción ocurra en escuelas primarias, pero se prohibirá durante diez años las de las escuelas secundarias. Prohibición parcial para las novelas de maduración (se permitirá una solamente por autor). Prohibición parcial para las novelas escritas en presente histórico (también en ese caso, se autorizará una por autor). Habrá una prohibición total para las novelas en las que el principal personaje sea un periodista o un presentador de televisión.
5. Se creará un sistema de contingentación para las novelas cuya acción se desarrolle en Sudamérica. Con esta medida se pretende poner freno a la epidemia de barroquismo de viajes todo-incluido y de ironía gruesa. Ah, la propincuidad de la vida barata y de los principios caros, de la religión y el bandidaje, del honor sorprendente y la crueldad fortuita. Ah, el pájaro daiquiri que incuba sus huevos bajo el ala; ah, el árbol fredona, cuyas raíces crecen en la punta de las ramas, y cuyas fibras le permiten al jorobado dejar telepáticamente embarazada a la altiva esposa del dueño de la hacienda; ah, el teatro de la ópera completamente invadido por la vegetación selvática. Permítame el lector que dé unos golpecitos a la mesa y que diga "¡El siguiente!" Para las novelas cuya acción se desarrolle en el Ártico o el Antártico se crearan unas becas de desarrollo.
6. a) Prohibición para las escenas en las que ocurre una relación carnal entre un ser humano y un animal. La mujer y la marsopa, por ejemplo, cuya tierna cópula simboliza una plena reparación de los tenues hilos de telaraña que antiguamente vinculaban entre sí, de forma maravillosamente pacífica, a todos los seres vivos. De eso nada. b) Nada de escenas en las que la relación carnal se desarrolle entre hombre y mujer (a la manera marsupial, podríamos decir) en la ducha. Lo digo por motivos en principio estéticos, pero también facultativos.
7. Prohibidas las novelas que traten de pequeñas, y hasta ahora olvidadas, guerras en los confines del Imperio Británico, a lo largo de cuyo detallado desarrollo nos enteramos de que, en primer lugar, el británico medio es un ser malvado; y, en segundo, que la guerra es un asunto verdaderamente horrible.
8. Prohibidas las novelas en las que el narrador, o cualquiera de los personajes, sea identificado simplemente por la letra inicial. ¡Todavía hay quien lo sigue haciendo!
9. No se permitirá que se escriban novelas que en realidad tratan de otras novelas. Se prohibirán las "versiones modernas", las reelaboraciones, las secuelas y precuelas. Quedarán prohibidos los finales imaginativos de las novelas que su autor dejó sin terminar a su muerte. En lugar de eso, se les proporcionará a todos los escritores un dechado en lanas de colores, para que lo cuelguen en la repisa de su chimenea. Y que dirá lo siguiente: Que cada cual teja su propia labor.
10. Habrá una prohibición de veinte años para el tema de Dios; mejor dicho, para toda utilización alegórica, metafórica, alusiva, entre bastidores, imprecisa y ambigua de Dios. El jardinero barbudo que se pasa el día cuidando el manzano; el sabio y el viejo lobo de mar que jamás se precipita a la hora de emitir juicios; el personaje al que se nos presenta solo a medias, pero que a la altura del capítulo cuarto ya nos empieza a dar escalofríos... Todos ellos tendrán que quedar encerrados en el armario. Sólo se permite la aparición de Dios en forma de una divinidad verificable que se enfada lo suyo ante las transgresiones humanas».
Otros títulos del autor:
Mirando al sol
Julian Barnes
Panorama de narrativas/Anagrama (111)
Rústico
Julian Barnes
Panorama de narrativas/Anagrama (266)
Rústico
Julian Barnes
Quinteto/Anagrama (65)
Rústico
Los restos del día
Kazuo Ishiguro
Compactos/ Anagrama 99
Rústico
Amor perdurable
Amor perdurable
Ian McEwan
Compactos/ Anagrama 243
Rústico
El placer del viajero
Ian McEwan
Compactos/ Anagrama 262
Rústico
Sábado
Ian McEwan
Quinteto/ Anagrama 224
Rústico
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