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lunes, 21 de noviembre de 2011

Hipotermia, Álvaro Enrigue


Enrigue nació en México, donde vive actualmente, en 1969. Ha vivido entre el Distrito Federal y Washington D.C. Ha sido profesor de Literatura en la Universidad Iberoamericana y de Escritura Creativa en la de Maryland. Se dedica desde 1990 a la crítica literaria, y ha colaborado en revistas y periódicos de México y España. A su regreso a México, después de una breve etapa como editor de literatura del Fondo de Cultura Económica, pasó a formar parte de la revista Letras Libres y ahora es editor de Conaculta. Ganó el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz con La muerte de un instalador, en 1996. En Anagrama ha publicado Hipotermia y Vidas perpendiculares. Ha sido seleccionado por la New York Public Library como escritor residente en 2011 y 2012  junto a Jonathan Safran Foer y James Fenton después de la publicación en México y España de Decencia.




Título: Hipotermia
Autor: Álvaro Enrigue
Colección: Narrativas hispánicas (384)/Anagrama
ISBN: 968-867-185-1
Edición: 2005
Encuadernación: Rústico
Páginas: 187
Dimensiones: 22 x 14 cm.
Tema: Literatura MexicanA






El periodista de «La pluma de Dumbo», convencido de que algún día sería un gran escritor, escucha un comentario cáustico de su hijo sobre la gran novela que nunca llega; en «Inodoro», un electricista se queda dormido en la casa vacía donde está trabajando, y al despertar, una chica de voz seductora lo llama desde el lavabo; el joven basurero de «Ultraje», abandonado por su mujer, convierte por una noche el camión de la basura en un barco pirata.

Además, entre estos y otros relatos cerrados hay tres micronovelas: la del escritor de libros de autoayuda que destruye su universo emocional y acaba como profesor en Boston, el infierno; la del ejecutivo del Banco Mundial que ya sólo puede percibir la realidad cuando viene mediatizada por la televisión o el correo electrónico, y la de un historiador de la vida privada que, muerto espiritualmente, resucita como cocinero.

Una excelente e imaginativa novela integrada por relatos.

Pero en Hipotermia hay mucho más. Porque en este libro, entre relatos cerrados, apretados, redondos, que se anillan unos con otros y al hacerlo se resignifican.



«Otra lectura posible de Hipotermia lo inscribiría en la literatura de viajes, en la bitácora de quien se interna hasta la fuente oscura del río. A la manera de Sommerset Maugham en el Extremo Oriente, Enrigue fue a Washington D.C. a corroborar y afinar sus prejuicios sobre la condición humana. Y es que, en un planeta cuya característica esencial es el tráfico aéreo, pocos mudan de alma al viajar: los detalles que Enrigue encontró en la humanidad de los washigtonianos (o de los dálmatas) sólo se le aparecen (en el sentido numinoso de la expresión) a un escritor vocativamente preocupado por ciertos problemas de la teología moral, es decir, por los actos que, en apariencia gratuitos, nos llevan a discernir el bien y el mal.

     Un primer registro, en Hipotermia, se encuentra en los "Grandes finales" en los que Enrique sacia su gusto (que es amor y que es consternación) por las civilizaciones perdidas y las lenguas desaparecidas, materia de su segunda novela (El cementerio de las sillas, 2002) y de la cual se desprenden un par de cuentos, aquel que narra la extinción del último dálmata o ese otro que traza el asilo museográfico de Ishi, el nativo. Ese derrotero arqueológico convierte a Enrigue en una suerte de egiptólogo sublimado, de tal forma que La muerte de un instalador (1996), primera novela de Enrigue, se recuerda como una variante de Las aventuras de una momia, donde la antigüedad quedaría simbolizada por las ruinas de nuestro posmodernismo. Esa noción del personaje literario como sobreviviente y como suma final de una familia, de un clan, de una dinastía, permea los libros de Enrigue. Esos naufragios con final feliz permiten que en Hipotermia pueda leerse una frase tan memorable como la que sigue sobre quienes protagonizaron los sismos mexicanos de 1985: "Hicimos la revolución, aunque le cueste aceptarlo a las generaciones anteriores, al estilo de Hemingway: como camilleros."»
Fragmentos “Hipotermia, de Álvaro Enrigue”, por Christopher Domínguez Michael, Letras Libres



El ejército iluminado, David Toscana



David Toscana nació en Monterrey, México, en 1961. Ha publicado las novelas Estaciones de Tula, Lontanaza, Duelo por Miguel Pruneda, Santa María del Circo –considerada por Publisher’s Weekly uno de los mejores libros de 2002- y El último lector (2004) ganadora de los premios nacionales de novela Colima y José Fuentes Mares, así como el Premio Narrativa Antonin Artaud. Su obra se ha traducido al alemán, árabe, eslovaco, griego, inglés, portugués, serbio y sueco. Formó parte del International Writers Program de la Universidad de Iowa y del Berliner Künstlerprogramm.




Título: El Ejército Iluminado
Autor: David Toscana
Colección: Andanzas/Tusquets
ISBN: 970-699-141-7
Edición: 2006
Encuadernación: Rústico
Páginas: 233
Dimensiones: 21 x 14 cm.
Tema: Literatura Mexican




Sinopsis
Es  1924 y dos maratones olímpicos ocurren simultáneamente. Uno oficial, sucede en París mientras el otro, no menos real, corrido por apenas un atleta, atraviesa las sofocantes calles de Monterrey. Cuarenta y cuatro años más tarde, un insólito «ejército de iluminados», irreal en su belleza, se apresta a atravesar el río Bravo para recuperar el territorio de Texas.

      En 1968, un «ejército de iluminados» formado por cinco niños discapacitados –el gordo y soñador Comodoro, Azucena, una singular aspirante a esposa, el Milagro, un tembloroso muchacho y único superviviente del accidente en el que pereció su familia, Ubaldo, el supuesto artista del grupo, y el silencioso Cerillo– se prepara para una misión de envergadura: cruzar el río Bravo con así la dignidad nacional. Al mando de esta disparatada empresa militar se encuentra Ignacio Matus, profesor de historia y viejo corredor de maratón el fin de recuperar Texas, territorio en otro tiempo mexicano que se perdió en la guerra con Estados Unidos, y reinstaurar cuyo recalcitrante antiamericanismo se debe no sólo a la pérdida del territorio, sino también a una afrenta personal, pues tiene la firme convicción de que un corredor estadounidense le arrebató, cuarenta y cuatro años atrás, la medalla en las Olimpiadas de París.

     A caballo entre la alegoría y el delirio épico, El ejército iluminado se adentra por el terreno de la ensoñación y la irrealidad, donde la búsqueda de lo imposible redime a los personajes de sus limitaciones. De esos seres marginales, verdaderos antihéroes, se sirve el autor para abandonar la perspectiva de la lógica o la razón y convertir la desatinada hazaña en auténtica victoria. Y a partir de una alternancia espacio-temporal que quiebra la linealidad de la narración, el absurdo, la estética de lo grotesco y el dislate ocultan un fondo de verdad en el que la imaginación y la creatividad son una forma de éxito.


«Varias líneas tiende David Toscana en esta novela irónica y sabia. Discurren en ella escenas de la vida provinciana (la de Monterrey, previa a la instauración de su despegue industrial definitivo), la amistad entre hombres solos que llenan su libertad con horas de partidas de dominó repetidas y renovadas, el magisterio que ejerce uno de aquellos hombres desde una terca pasión patriótica, las inseguridades de los niños comunes e inclusive la altanería de uno que está cierto de las máximas familiares acerca del futuro y el pasado de la historia, siempre bajo la anhelada sombra protectora de los gringos. Desde su principio la novela parece poblada de símbolos: un hombre muerto junto a las vías del ferrocarril es hallado por otros dos, que le dan allí mismo un súbito homenaje, chusco y solemne, al descubrir su pretérito marcial y deportivo. Aquel hombre había sido el profesor antiyanqui, un atleta informal y adelantado que en 1924 corrió el maratón en su ciudad al tiempo en que corredores avezados disputaban las medallas olímpicas auténticas en París; había sido también el auspiciador tenaz del dominó con los amigos y el espíritu y la fuerza que guió en su momento a un grupo de niños a la guerra de recuperación del territorio tejano, que los gringos le habrían robado al país. Aquel hombre, no es difícil entenderlo desde las primeras páginas, es una (buena) suerte de Quijote norteño, llamado curiosamente igual que un conocido articulista futbolero (Ignacio Matus), y que es movido no por el rencor (a pesar de que un gringo le habría birlado la medalla merecida en la justa parisina) sino por el puro amor patrio, por la justicia, es decir por una utopía que incluye el entusiasmo, la renacida juventud, la impaciencia, el liderazgo no distante de los yerros. Va naciendo alrededor del personaje una serie de Quijotes de la raíz más inesperada: el que desata el apoyo a Matus será Comodoro, un niño gordo, inseguro, torpe, que ayuda en su casa al profesor cargando con la cómoda rutina que consiste en acompañarlo en sus juegos. Parece surgir entonces un nuevo símbolo: uno de los jugadores habituales tiene que ausentarse, por lo que Matus adiestra de modo intensivo a Comodoro para que lo reemplace. Para el niño, y para el maestro, la cosa es un tormento: “… el dominó, antes que una mente privilegiada, requiere de manos certeras”, y lo cierto es que de Comodoro, como de casi todos sus compañeros, la habilidad manual está muy distante. Como una secreta revancha, Comodoro, que no pasa la prueba en la función formal, hace perdidiza una de las piezas y la oculta como si fuera un talismán de salvación. Aquellos niños no servirán para el dominó sino para asumir de la manera más seria sus ilusiones, sus encendidos furores, los papeles que la historia, como a Matus, les ha deparado.»

Fragmento de la reseña “El ejército iluminado, de David Toscana”, por Juan José Reyes, Letras Libres







Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas


Enrique Vila Matas (Barcelona, 1948) tiene una amplia obra narrativa que ha sido traducida a doce idiomas, siendo sus títulos más destacados La asesina ilustrada (1977), Impostura (1984), Historia abreviada de la literatura portátil (1985), Una casa para siempre (1988), Suicidios ejemplares (1991), Hijos sin hijos (1993), Lejos de Veracruz (1995), Extraña forma de vida (1997), El viaje vertical (1999) y Bartleby y compañía (2000). Recuerdos inventados (1994) es una antología personal de sus mejores relatos. Ha publicado también tres colecciones de sus artículos periodísticos y ensayos literarios: El viajero más lento (1992), El traje de los domingos (1995) y Para acabar con los números redondos (1997).



Título: Bartleby  y compañía
Autor: Enrique Vila-Matas
Colección: Narrativas hispánicas/Anagrama
ISBN: 84-339-2449-4
Edición: 2000
Encuadernación: Rústico
Páginas: 179
Dimensiones: 22 x 14 cm.
Tema: Literatura Hispana

 VENDIDO

Contratapa:
-Señor Rulfo, ¿por qué lleva tantos años sin escribir nada?
-Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias.
Este libro habla de los que dejan de escribir (Rulfo, Rimbaud, Salinger...) e indaga en los motivos de cada uno para preferir no hacerlo. Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que, cuando se le encargaba un trabajo o se le pedía que contara algo sobre su vida, respondía siempre, indefectiblemente diciendo:
-Preferiría no hacerlo.
En "Bartleby y compañía" se habla del mal endémico de las letras contemporáneas, de la pulsión negativa o atracción por la nada. El narrador del libro, que está escribiendo un diario que al mismo tiempo es un cuaderno de notas a pie de página que comentan un texto invisible, demuestra su amplia solvencia como rastreador de bartlebys al pasear por el Laberinto del No, por los caminos de la que considera la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas, tendencia en la que ve el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria, pues para él sólo de la pulsión negativa, del rechazo, sólo del Laberinto lúcido del No puede surgir la escritura por venir.


Primera página:
   
  “Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy muy feliz. Hoy más que nunca porque empiezo -8 de julio de 1999- este diario que va a ser al mismo tiempo un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible y que espero que demuestren mi solvencia como rastreador de bartlebys.”


viernes, 18 de noviembre de 2011

La Tercera Condición, Amos Oz



La Tercera Condición se centra en la peripecia de Fima, un hombre de cincuenta y cuatro años que reside en Jerusalén, tras dos matrimonios terminados en divorcio. De espíritu casi juvenil, soñador en grado sumo, cree posible la paz entre Israel y los árabes.



«Como todos los profetas… Fima exaspera a unos, divierte a otros, conmueve a las señoras si se tercia, pero no convence a nadie. Hay en él algo de Charlot y de Woody Allen…Predicador a su pesar, se obstina en la defensa de una tercera vía, la que conducirá a la “verdadera vida” y pondrá fin a “este absurdo conflicto inmobiliario con el Islam”…No hay esperanza de sosiego para este hombre de buena voluntad, pero sus gritos, sus risas y su aliento desbordan el marco de la página. Para sus lectores, el profeta ha ganado la partida»
Gabrielle Rolin, L’Express

Amos Oz (Jerusalén, 1939) Dedicado profesionalmente a la docencia y a la literatura, veterano de guerras entre Israel y los países árabes en 1967 y 1973, se convirtió en un destacado activista por la paz entre árabes y judíos. Uno de los escritores que le ha devuelto la dignidad literaria al hebreo y autor de unas memorias imprescindibles para entender la convulsa historia de su país, es autor de una ya abundante obra reconocida internacionalmente: Premio Israel de Literatura (1988); Premio Goethe de Literatura (2005) por su libro autobiográfico “Una historia de amor y oscuridad”; y candidato varios años consecutivos al Premio Nobel de Literatura.


Título: La Tercera Condición
Autor: Amos Oz
Colección: Novela/Seix Barral
ISBN: 84-322-4702-2
Edición: 1993
Encuadernación: Rústico
Páginas: 276
Dimensiones: 21 x 13 cm.
Tema: Literatura extranjera
Idioma de publicación: Español
Traducción del inglés: Pilar Giralt Gorina
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Se dio a conocer en otros países en los ochenta, a través de sus primeras novelas: “Mi marido Mikhael”, “La caja negra”, “Las mujeres de Yoel” y la magnífica “La tercera condición” (1993), donde daba voz al personaje apasionado, parlanchín y soñador de Fima, encarnación caótica y humana de su conflictiva y mística ciudad natal, Jerusalén. Más tarde, su obra ha sido publicada básicamente por Siruela, donde han aparecido las novelas “No digas noche” (1998), “Un descanso verdadero” (2001) y “El mismo mar” (2002), además de “Una historia de amor y oscuridad”, en la que, utilizando como trasfondo histórico la trágica, heroica y extraordinaria epopeya de la creación del Estado de Israel, abordaba al mismo tiempo la narración de una saga familiar, la suya propia, de emigrantes llegados desde la Europa del Este. Por otro lado, también, por primera vez, enunciaba literariamente un tabú hasta ahora no tratado por él de forma pública: el suicidio de su joven madre, cuando apenas tenía doce años.

Amos Oz es un escritor, novelista y periodista israelí, nacido en 1939 y considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos en lengua hebrea. Premio Israel de Literatura (1988); Premio Goethe de Literatura (2005) por su libro autobiográfico Una historia de amor y oscuridad; y candidato varios años consecutivos al Premio Nobel de Literatura.
Es profesor de Literatura en la Universidad Ben-Gurión de Be’er Sheva, en el Néguev y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes. En 2007 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Descendiente de una familia de emigrantes rusos y polacos. En 1954, Oz entró en el Kibutz Julda. Desde entonces se le conoce por su nombre actual. Mientras estudiaba Literatura y Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre 1960 y 1963, publicó sus primeros cuentos cortos. Estudió también en la Universidad de Oxford. Desde 1991 es miembro de la Academia del Idioma Hebreo.
Luego de participar en la Guerra de los Seis Días y en la Guerra de Yom Kipur fundó en los años 70, junto a otros intelectuales, el movimiento pacifista Shalom Ajshav (“Paz Ahora”). Ha escrito 18 libros en hebreo y alrededor de 450 artículos y ensayos. Sus obras han sido traducidas a más de treinta lenguas.


CAPÍTULO 1
ESPERANZA Y GRACIA
     Cinco noches antes del triste suceso Fima tuvo un sueño que anotó a las cinco y media de la madrugada en su libro de los sueños, un cuaderno marrón que siempre se encontraba en el suelo, a los pies de su cama. Fima se había acostumbrado a apuntar en este libro, en la cama, cuando las primeras líneas pálidas del alba empezaban a aparecer entre las rendijas de las persianas, todo lo que había visto durante la noche. Aunque no hubiera visto nada, o hubiera olvidado lo visto, encendía la luz, parpadeaba, se incorporaba y, después de colocar sobre sus rodillas una revista gruesa a modo de escritorio, escribía algo parecido a esto:
«Veinte de diciembre: noche en blanco.»
O bien:
«Cuatro de enero: algo sobre un zorro y una escalera de mano, pero los detalles se han desvanecido.»

Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar



Un relato admirable y ya clásico, en la estupenda traducción de Julio Cortázar. Un emperador romano se inclina sobre su pasado: el poder, las conquistas, los turbios episodios palaciegos, las horas de triunfo y de peligro… Adriano cuenta con su propia historia y poco a poco el César va dejando asomar al hombre, su atormentada intimidad, su secreto, que habría de fijarse en estatuas, en poemas, en templos. Bajo la forma de una autobiografía imaginaria minuciosamente fundamentada en la realidad histórica, Marguerite Yourcenar reconstruye un tramo espectacular del gran pasado clásico. Marguerite Yourcenar cuenta que una vez encontró, en una carta de Flaubert, esta frase inolvidable: “Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento en que el hombre estuvo solo”. Es el momento que inmortaliza su Memoria de Adriano.
     Adriano, emperador del mundo romano, nos habla en este hermoso libro con una cercanía penetrante y sobrecogedora; y ese es, después de todo, el milagro de toda gran literatura.

 Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903, Estados Unidos, 1987) obtuvo reconocimiento mundial a partir de Memorias de Adriano (1951), que marcó un hito dentro del género de las novelas históricas. De su vasta obra podemos mencionar: Como el agua que fluye (1982), El tiempo, gran escultor (1983), ¿Qué? La eternidad (1988) y Opus Nigrum (1968, ganadora del Premio Fémina). En 1980 Yourcenar ingresó a la Academia Real Francesa; se convirtió así en la primera mujer en acceder a este privilegio.


Títulos a la venta:
Título: Memorias de Adriano
Autor: Marguerite Yourcenar
Colección: Horizonte/Sudamericana
ISBN: 950-07-1630-5
Edición: 1999
Encuadernación: Rústico
Páginas: 309
Dimensiones: 18 x 11.5 cm.
Tema: Literatura extranjera
Idioma de publicación: Español
Traducción del inglés: Julio Cortázar 
     


 
Título: Memorias de Adriano
Autor: Marguerite Yourcenar
Colección: Editorial Hermes
ISBN: 968-446-016-3
Edición: 1985
Encuadernación: Rústico
Páginas: 380
Dimensiones: 19 x 13 cm.
Tema: Literatura extranjera
Idioma de publicación: Español
Traducción del inglés: Julio Cortázar 

 






Memorias de Adriano (Fragmento):



"Siempre agradeceré a Scauro que me hiciera estudiar el griego a temprana edad. Aún era un niño cuando por primera vez probé de escribir con el estilo los caracteres de ese alfabeto desconocido; empezaba mi gran extrañamiento, mis grandes viajes y el sentimiento de una elección tan deliberada y tan involuntaria como el amor. Amé esa lengua por su flexibilidad de cuerpo bien adiestrado, su riqueza de vocabulario donde a cada palabra se siente el contacto directo y variado de las realidades, y porque casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego. Entreveía la posibilidad de helenizar a los bárbaros, de aticizar a Roma, de imponer poco a poco al mundo la única cultura que ha sabido separarse un día de lo monstruoso, de lo informe, de lo inmóvil, que ha inventado una definición del método, una teoría de la política y de la belleza.
(...)
Por aquel entonces empecé a sentirme dios. No vayas a engañarte: seguía siendo, más que nunca, el mismo hombre nutrido por los frutos y los animales de la tierra, que devolvía al suelo los residuos de sus alimentos, que sacrificaba el sueño a cada revolución de los astros, inquieto hasta la locura cuando le faltaba demasiado tiempo la cálida presencia del amor. Mi fuerza, mi agilidad física o mental, se mantenían gracias a una cuidadosa gimnástica humana. Pero ¿qué puedo decir sino que todo aquello era vivido divinamente? Las azarosas experiencias de la juventud habían llegado a su fin, y también su urgencia por gozar del tiempo que pasa. A los cuarenta y cuatro años me sentía libre de impaciencia, seguro de mí, tan perfecto como mi naturaleza me lo permitía, eterno. Y entiende bien que se trata aquí de una concepción del intelecto; los delirios, si preciso es darles ese nombre, vinieron más tarde. Yo era dios, sencillamente, porque era hombre. Los títulos divinos que Grecia me concedió después no hicieron más que proclamar lo que había comprobado mucho antes por mí mismo. Creo que hubiera podido sentirme dios en las prisiones de Domiciano o en el pozo de una mina. Si tengo la audacia de pretenderlo se debe a que ese sentimiento apenas me parece extraordinario, y no tiene nada de único. Otros lo sintieron, o lo sentirán en el futuro.
(...)
Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes. Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme. Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros.
"

lunes, 7 de noviembre de 2011

La Montaña Mágica, Thomas Mann



La montaña mágica es quizás su obra más conocida, y es también piedra de toque para comprender la sociedad de su tiempo y las tendencias literarias de este siglo. Obra de aliento épico y totalizador, narra la historia de Hans Castorp, protagonista a través del cual Thomas Mann canaliza los problemas espirituales y sociales de su época. En el relato concurren armoniosamente los sentimientos más vibrantes y las facetas intelectuales más elevadas, para construir un impresionante fresco humano y social.

Un sanatorio para tuberculosos en medio de los Alpes puede ser el mejor sitio para la iniciación intelectual y erótica de un joven ingenuo en la Europa decadente a las puertas de la primera guerra mundial. Sentados en sus tumbonas, ajenos al transcurrir del tiempo, un puñado de personajes tan dispares como inolvidables representan la condición humana con todos sus claroscuros. Joachim, que busca en la muerte el honor que la vida le ha negado; Wechsal, con su inconsolable pena de amor; Clawdia Chauchat, objeto de fascinación y de deseo; el jesuita Leo Naphta, el librepensador Settembrini  y Peeperkorn, un viejo noble que ha disfrutado de todos los placeres terrenos, serán algunos de los compañeros del viaje interior de Hans Castorp.

La ironía, la erudición y la agudeza  para mostrar las contradicciones sociales y espirituales de su época hacen de La montaña mágica una obra fundamental de la literatura. El lector que se aventura en estas páginas nunca vuelve a ser el mismo, y cada lectura y relectura le depara nuevas sorpresas e interpretaciones.


 Serie bajo la dirección de Hans W. Geissendörfer





«En el año 1911 el genial escritor alemán Thomas Mann, acompañando a su esposa, que se hallaba enferma, se estableció en un sanatorio de Davos, Suiza.

   En contacto con los enfermos que acuden de todas las naciones en busca de salud a aquellos famosos sanatorios; ante el espectáculo grandioso de aquella naturaleza montañosa y salvaje, amplia como el Tiempo, Thomas Mann concibió la primera idea de lo que más tarde sería una obra literaria genial, a la altura de las grandes creaciones de todas las literaturas: «Der Zauberberg» («La Montaña Mágica»).

   La gestación de este libro, copiosísimo en ideas y lecturas, fue lenta. El autor comenzó a escribirlo en 1911 y terminó en 1923. Empleó doce años tenaces de trabajo y meditación en esta obra monumental, representativa de todo nuestro tiempo.

   La idea primitiva del escritor alemán, galardonado con el premio Nobel, fue la de escribir una réplica a «La Muerte en Venecia», hacer una obra cuyo tema fuese la seducción de la Muerte y la Enfermedad; pero esa originaria concepción fue ampliándose durante los doce años de trabajo, las meditaciones del escritor fueron extendiéndose por el mundo contemporáneo y los problemas que la Gran Guerra hizo virulentos y palpitantes se condensaron en torno a la idea inicial».
Fragmento de palabras preliminares
Mario Verdaguer



Fragmento de la novela:


"Yo no me ataré ni al partido de Naphta ni al de Settembrini... ¡Singulares pedagogos con su eterno problema de la presencia! La vida o la muerte, la enfermedad o la salud, el espíritu o la naturaleza... ¿Son éstas antinomias? ¿Son siquiera problemas? No, no son problemas. La muerte, con todas sus vergüenzas, está instalada en el corazón de la vida y no habría vida sin ella, y el lugar del horno Dei está entre ambas, a medio camino de la vergüenza y de la razón, lo mismo que el Estado es el término medio entre la comunidad mística y el individualismo acendrado.
(...)
Tal era la imagen que el anciano, durante su vida y después de ella, mostraba a la mirada de sus conciudadanos, y aunque el pequeño Hans Castorp no entendía nada de los asuntos públicos, sus ojos infantiles, de mirada contemplativa, hacían poco más o menos las mismas observaciones -observaciones mudas y, por consiguiente, faltas de crítica, aunque llenas de vida y que más tarde, como recuerdo consciente, conservaron su carácter hostil a todo análisis verbal, siendo tan sólo afirmativo-. Como ya se ha dicho, la simpatía estaba presente, era una afección y afinidad íntima que a veces franquea la barrera de las generaciones. Los niños contemplan para admirar y admiran para aprender y desarrollar lo que llevan por herencia. "




Título: La montaña mágica
Autor: Thomas Mann
Colección: Ave Fénix (196/1)/Plaza & Janés
ISBN: 84-01-42611-1
Edición: 1993
Encuadernación: Rústico
Páginas: 974
Dimensiones: 18 x 12 cm.
Tema: Literatura Alemana
Idioma de publicación: Español
Traducción: Mario Verdaguer
VENDIDO