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lunes, 20 de febrero de 2012

Lo que está mal en el mundo, G.K. Chesterton



G.K. Chesterton
“Lo que está mal en el mundo”
Ciudadela/Ensayo
Traducción de Mónica Rubio
206 pags.



En Lo que está mal en el mundo todos los temas son abordados con firmeza por Chesterton, que no se esconde tras el parapeto de lo políticamente correcto y se mete de lleno en el mundo de las ideas, creando un debate que, en esencia, se mantiene hasta hoy mismo. La libertad, la familia, la democracia y la propiedad son algunas de las grandes cuestiones que se tratan con gran discernimiento y clarividencia.
Su mayor logro es precisamente ese, no quedarse en lo accesorio, en la política del día a día, sino avanzar hacia la raíz de los problemas que acucian la sociedad. Problemas que hoy en día siguen vivos y sin resolver, y que Chesterton tuvo la agudeza de reconocer y destapar.
Escrito con su característico estilo vivaz y humorístico, que tan pronto se vuelve serio y filosófico, Chesterton sabe llegar a las profundidades de nuestra cultura destapando sus contrariedades y paradojas.

 

 

Gilbert K. Chesterton nació en Londres el 29 de mayo de 1874. Desde pequeño mostró poseer una inteligencia muy despierta y ya de joven se sintió intrigado por las grandes cuestiones humanas, que quedaron ampliamente reflejadas en sus escritos y conferencias. Tras una trayectoria que duró varios años, acabó, en 1922, por entrar a formar parte de la Iglesia católica.
Todas sus obras gozaron de gran celebridad desde el principio, aunque quizá despuntaron por popularidad la serie policíaca del padre Brown y la novela El hombre que fue Jueves. En poesía, entre muchas otras, destacan Lepanto y La balada del caballo blanco. Además, Chesterton se reveló como maestro en el arte de la paradoja y la argumentación, a la que se dedicó siempre con su característica agudeza y buen humor.

Chesterton se dedicó toda su vida discutir la modernidad y todos los movimientos que le vinieron aparejados. Discutió el progreso, el darwinismo, discutió el socialismo, el capitalismo, el imperialismo, el vegetarianismo, discutió el divorcio, la nueva condición de hombres y mujeres, y apeló a la «ortodoxia» (título de su ensayo capital) y a la «filosofía popular» de su tiempo, por medio de extravagantes paradojas.
Es como un Edmund Burke de la clase media, un Oscar Wilde defensor de lo tradicional, una versión alegre de Unamuno. Es un escritor anticuado en algunos postulados pero de verdadero ingenio y destreza literaria. En cualquier centro del Opus Dei se le lee y recomienda, pero también le profesan absoluta fidelidad lectora agnósticos como Fernando Savater. Es un autor de muchos fans.
«Lo que está mal...» pretende cuestionar el legado de la modernidad en el Londres de principios de siglo XX. Tiene cinco grandes partes con muchas subdivisiones, son: 'La falta de hogar del hombre', 'Imperialismo o error acerca del hombre', 'El feminismo o el error acerca de la mujer', 'La educación o el error acerca del niño', y 'El hogar del hombre'.





Fragmento:

El principio es éste: que todo lo que merece la pena tener, incluso en cada placer, hay un punto de dolor o tedio que debe sobrevivir, de modo que el placer pueda revivir y durar. El placer de la batalla llega tras el primer miedo a la muerte, el placer de leer a Virgilio aparece tras haberlo estudiado; el regocijo del bañista en el mar surge tras el choque helado del agua; y el éxito del matrimonio llega tras el fracaso de la luna de miel. Todos los votos, leyes y contratos humanos son otras tantas maneras de sobrevivir con éxito a ese punto de inflexión, ese instante de rendición potencial.

En todo lo que hay en la tierra que merece la pena hacerse hay una frase en la que nadie lo querría hacer, excepto por necesidad u honor. Es entonces cuando la Institución apoya al hombre y le ayuda a seguir adelante sobre terreno más firme. Si este sólido hecho de la naturaleza humana es suficiente para justificar la sublime dedicación del matrimonio cristiano es otra cuestión; es ampliamente suficiente para justificar el sentimiento humano generalizado del matrimonio como algo fijo, cuya disolución es una falta o, al menos, una ignominia.

El elemento esencial no es tanto la duración como la seguridad. […] He conocido a muchos matrimonios felices, pero nunca a uno compatible. El fin del matrimonio es luchar y sobrevivir al instante en que la incompatibilidad se vuelve incuestionable. Pues un hombre y una mujer, como tales, son incompatibles.




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