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sábado, 25 de febrero de 2012

Música, Yukio Mishima


Yukio Mishima
“Música”
Novela
Seix Barral/Biblioteca Breve
191 pags.

La exploración del amor y del sexo y de su papel en las relaciones humanas ocupa un lugar destacado en la obra de Yukio Mishima. Situada en el Japón de los años 1960, Música-novela cuyo narrador es un psicoanalista que, expresivamente, la subtitula «Una interpretación psicoanalítica de un caso de frigidez femenina»- despliega una sugerente e interesante historia en la que se ponen en juego los complicados resortes que esconde y utiliza el alma humana en su búsqueda desesperada de la plenitud tanto del amor físico como del «amor absoluto».
   Inédita hasta ahora en español, Música se centra en el Tokio de los años sesenta. A través de los apuntes personales de un psicoanalista, tenemos noticias del caso de una paciente para quien la música es una metáfora del placer sexual, de suerte que no puede «oír» música durante sus relaciones sexuales, esto es, no conoce el orgasmo. Paciente y médico establecen una relación sensualmente detectivesca que constituye una crítica al psicoanálisis establecido y, al mismo tiempo, un ambicioso intento de revisar mediante ejemplos concretos, fruto de la imaginación e inquietud del autor, qué significa el concepto de amor absoluto. Con esta obra, Mishima intenta, además, exponer la cara y la cruz de la relación entre lo sagrado y lo indebido en el incesto, idea remota y obsesiva de la humanidad. La sutil expresión de Mishima, que apela tanto a la inteligencia del lector como a sus sentidos, nos depara en Música una singular muestra de su arte consumado.




Fragmento “Música”, Yukio Mishima:

[…]He pensado, a propósito, que el cuerpo de una mujer se parece a una ciudad de noche, repleta de luces.

Una vez, volviendo de América y llegando al aeropuerto de Haneda, esta sucia ciudad de Tokio, vista bajo el cielo nocturno, me pareció una mujer melancólicamente tendida, con el cuerpo brillante a causa de las gotas de sudor.

La figura de Reiko, tendida ante mis ojos, me sugería la misma imagen: una ciudad nocturna donde se ocultaba vicio y virtud. Los hombres, uno a uno, intentaban explorarla, pero no eran capaces de penetrar en sus rincones más remotos, donde se hallaba su verdadero secreto. Yo me sentía como  perteneciera al cuartel de la CIA: en posesión de todos los archivos referentes a esta ciudad.

   «Ahora cuénteme todo cuanto quiera contar», le dije, y acerqué mi lápiz al bloc de notas.

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