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martes, 17 de abril de 2012

El viaje de Mastorna, Federico Fellini



Federico Fellini
con la colaboración de Dino Buzzati y Brunello Rodi
El viaje de Mastorna
Colección: Fuera de la Colección/Seix Barral
Traducción de César Palma
pág. 185


Es el guión de un sueño que Fellini no llegó a filmar y que siempre apreció como el proyecto frustrado de la que podría haber sido su mejor película. Está basado en Lo stranno viaggio di Domenico Nolo, un relato de Dino Buzzati, con quien el cineasta había empezado en 1965 a redactar este texto sobre la muerte.


Tras un aterrizaje forzoso en mitad de una plaza, entre calles y rascacielos, el violoncelista Guido Mastorna entra en un espacio onírico, en un mundo de pesadilla, en un círculo que debe tanto a Kafka como a Dante. Se inicia así una peregrinación por un mundo espectral e incomprensible recorrido por el protagonista, un extranjero consternado y perplejo al que no le sirven sus documentos ni le hablan en su lengua.

El viaje de Mastorna la mejor película de Fellini jamás rodada a punto estuvo, por sugerencia de un agorero Buzzati de titularse La Dolce Morte. Así fue como se diluyó esta maravillosa historia en el imaginario de este gigante del s.xx, que Seix Barral recupera en esta edición. 



La soledad en medio del gentío, la incomunicación en un babel confuso de lenguas, un viaje en tren para el que no se permiten equipajes, el cadáver de un papa en silla gestatoria y en procesión macabra por la estación de trenes, un ferrocarril de cuatro pisos, la visión por el protagonista de su propio cadáver entre los restos del avión, una sesión de espiritismo y striptease, suicidas que son muertos vivientes y se levantan como zombies, familias muertas en accidentes de tráfico, un ministro y un cardenal en el prostíbulo, un infierno que parece un paraíso, una feria de sueños perennes, el reencuentro con viejos amigos, con familiares y ambientes del pasado, un insomne profesor de Filosofía que no cree en la inmortalidad del alma, pero sí en la del cuerpo, un sepulturero que recuerda a los de Hamlet, la amputación quirúrgica de la memoria...

Son algunas de las situaciones de un viaje similar al que hizo Dante en la Divina Comedia, no sólo porque aquí también hay una bajada al subsuelo y un guía, sino también porque Guido Mastorna vuelve al mundo -en otro avión- en Florencia.

Y sobre todo, porque ese viaje y ese sueño construyen, como en el poema dantesco, el relato de un viaje al interior del protagonista, que regresa transformado, convertido en otro para mirar el mundo con una nueva perspectiva.

En la primavera de 1965 Fellini se reunía por primera vez con el escritor Dino Buzzati para proponerle la adaptación al cine de su obra Lo stranno viagio di Domenico Nolo. Fellini lo había leído en 1938 y había quedado fascinado por el argumento. Comenzaron a escribir ese verano en la residencia del cineasta en Fregene, porrogando su colaboración a lo largo de todo ese año. Colaboró con ellos Brunello Rodi, guionista de la Dolce Vita. El resultado de semejante cóctel de talento fue El viaje de Mastorna, guión de la película que Fellini nunca llegó a rodar pero que consideraba la quintaesencia de su filmografía y que vació en sus siguientes trabajos.

Se desconocen las razones por las cuales no llegó a rodar Mastorna. La leyenda habla de un superticioso Fellini que soñó que moriría si llevaba a término esa película; en otras versiones es un vidente el portavoz de los malos presagios. Lo cierto es que en 1967, Fellini sufrió un colapso y que sin duda también influyeron los constantes desencuentros entre el realizador y su productor, Dino de Laurentiis. Pero lo que todos ignoran es qué palabras escuchó Fellini al otro lado del teléfono cuando, en 1976, durante una reunión para retomar el proyecto Mastorna, recibió una llamada tras la cual canceló el rodaje para siempre.



 

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